enero 28, 2008

CUADRA 31



Vivo sola hace trece meses y veintitrés días. No fue algo muy planificado. Mi papá iba dejar la casa donde vivíamos por un departamento y yo pensé que se abría un camino para mí. Se lo dije y no le pareció nada raro. Si consigues algo bueno está bien. Me entusiasmé y me dediqué a llamar a todos los avisos del periódico para conseguir un sitio. No conseguí algo bueno pero decidí que ya no había regreso.

Los primeros tres meses fueron terroríficos. O al menos mi primera morada lo fue. Me mudé a un cuarto dentro del más lúgubre departamento de San Borja. Tenía una ventana grande y un closet de madera enormemente viejo, repleto de cajones y compartimentos. La vista desde mi tercer piso de la independencia daba a la psicodélica avenida Aviación.

Era la cuadra 31. Mi edificio tenía un color completamente imposible de identificar. Podría haber sido amarillo o blanco pero el smog se había ensañado de tal forma con él que quién sabe. Cuando llegué las paredes de mi cuarto eran verdes o eso creo recordar. Decidí pintarlas de azul y amarillo. Muy Boca Juniors ahora que lo pienso. Él trajo su escalera y yo pedí prestados unos rodillos, un par de tardes fueron suficientes para terminar.

No había mucho más. Cuatro paredes, una ventana y una puerta. Mi cama que comenzó a multiplicar su tamaño ante la soledad. Mis ceniceros limpios. Mi tele sobre el escritorio. Llegué a sentir que me decía que no vuelva a escribir. Mis libros en maletas, mi ropa en cajas. El ruido de la avenida que me despertaba todos los días, a eso de las seis de la mañana. El cobrador con una voz envidiablemente potente y sus rutas increíblemente largas.

Tenía cuatro compañeros de departamento. La número uno tenía el cuarto más cercano a la puerta. Era una chica de unos veinticinco años, alta, delgada y de cabello negro y largo. Una especie de Sarita Colonia fashion, que va al gimnasio y toma batidos quema grasas. Estoy casi segura de que no intercambié más de cinco palabras con ella. Dos de las cuales fueron reclamos suyos ante mis intentos de darle un olor agradable al departamento. Era alérgica a todos los desodorantes de ambiente. Resultó que lo de Sarita podía ser un buen apodo pero sin Colonia.

El del cuarto número tres—el dos estaba desocupado—era un señor de unos setenta años. La casera me había comentado que era su persona de confianza en el departamento y que vivía ahí desde hace seis o siete años. No tenía familia conocida, al menos no por ella, y se llevaba muy bien con todos los inquilinos. Su presencia me perturbó un poco. Era un tipo que andaba bastante desaliñado y siempre con una media sonrisa que no me generaba confianza. Su cuarto era el resumen del mercado central. Lo sé porque las cosas se desbordaban de tal manera que solo cerraba su puerta para dormir. Logré ver que tenía un closet de esos de plástico, una mesa plegable blanca, dos mesitas de noche, una cama pequeña tipo Comodoy, afiches y fotos que cubrían casi todas las paredes y múltiples objetos no identificados regados por el piso.
Siempre me saludaba, el señor solitario: Buenos días señorita. Y la sonrisa medio chueca que me ponía nerviosa.

En el cuarto número cuatro vivía el hobbit musculoso. Creo que se llamaba Renato y tenía unos veintitantos años. Su ventana estaba al lado izquierdo de la mía y el aire siempre se encargaba de traerme sus nubes verdes y olorosas. Sufría de severos ataques de risa y siempre tenía los ojos como quien se acaba de despertar. Solíamos cruzarnos camino al baño. Yo tenía mi baño personal. Él lo compartía con el señor del tres.

Mi baño personal, elemento básico de la dignidad humana, tenía una ducha eléctrica. Yo, la verdad, nunca había usado una. La casera me explicó cómo usarla y yo creo que debí tomar nota. La tercera o cuarta vez que trate de bañarme en mi súper baño personal intenté, dentro de la ducha y totalmente mojada como es evidente, cerrar un poco el agua caliente. Me pasó una carga eléctrica que casi me bota al piso. Lo juro, me dolió de alma. El siguiente incidente fue más simpático. Ya aleccionada por la carga eléctrica, ya veo porque la usan los torturadores, fui muy cuidadosa todas las veces que me bañaba y procuraba no tocar nada y mantenerme al centro de la ducha y moverme lo mínimo. Sin embargo, un día la chúcara ducha decidió explotar sobre mi cabeza sin motivo ni razón.

Sé que los que me conocen deben estar pensando que algo hice yo para que eso ocurriera. No hice nada, el aparato simplemente sonó fuerte, empezó a chispear y luego humo con olor a plástico quemado. No se si eso califica como explosión pero yo me asusté como si lo fuera. Tanto me asusté que salí corriendo del baño, mojada y calata, como Pedro por su casa. Solo que esta casa la compartía con unos Pedros que eran unos reverendos extraños. Mi compañero de casa, el hobbit musculoso, hizo el ademán de no ver. Estoy segura que me vio y que esa imagen lo hizo reír muchas veces en tardes aburridas.


No contenta con pasearme calata, mojada y creo que gritando por el departamento más lúgubre de San Borja. Un día decidí ir al baño, en pijama veraniega y sin zapatos, y dejar la llave del cuarto dentro. Felizmente, había sacado mi celular. Pero como yo soy yo, no tenía línea. Estaba en el baño del departamento con mi cuarto cerrado con llave, sin la llave, en pijama, sin zapatos, sin plata y sin línea. No me quedó más que esperar. Esperar que alguien me llame y poder pedir auxilio. La verdad se me caía la cara de vergüenza para pedir ayuda a alguno de mis vecinos.

Ya tenía una media hora en el baño cuando me llamó mi buen amigo el Ratón. Creo que tuvo el buen tino de no burlarse de mi historia y llamó a mi papá para visarle que su avispada hija estaba en problemas. Una hora después llegó mi papá con un cerrajero al que casi había secuestrado, porque un domingo en la mañana hasta los cerrajeros quieren descansar. El señor hizo su trabajo pero con demasiada conversación del tipo Señorita no debería salir así no más sin llave o mejor aún la típica frase Por eso no debe vivir sola pues señorita, es peligroso.

He escuchado mil veces frases de ese tipo. He tenido mil problemas viviendo sola. He sufrido para pagar recibos y cuentas. He pedido plata prestada. He almorzado canchita. He perdido incontables juegos de llaves, me he quedado en la calle. He hablado sola o con algún cantante, actor o periodista de la televisión. He disfrutado escuchando música a todo volumen, bailando cantando y haciendo las mímicas respectivas con el desodorante como micrófono.

He sido y soy feliz viviendo sola. Quiero mucho a mi mamá y a mi papá. Creo que ellos me quieren mucho también. Por eso no entiendo porqué la gente me pregunta con una mezcla de pena y preocupación: ¿Por qué vives sola? Vivo sola porque lo decidí, porque a pesar de los problemas lo he podido llevar a cabo. He pensado mucho en porqué vivo sola y la verdad no encontré ninguna explicación profunda.

Mientras escribía escuché muchas veces a Fito cantar Naturaleza Sangre, me pareció una buena canción para estar sola.

enero 24, 2008

Espacios vacíos



No se si es una muestra de poca madurez o de sensiblería pero aun no puedo contener las lágrimas en el trabajo. Cada vez que algo muy triste pasa y estoy en la oficina tengo que correr al baño, como en la peor novela venezolana, y encerrarme en un cubículo por varios minutos repitiéndome que todo está bien. Eso solo para luego salir con los ojos rojos y la cara de mapache atropellado, a recibir la indeseable compasión visual desde los demás escritorios.

Estoy cansada de eso. Hoy escribí un mail en el que repetía esa frase mil veces. Bueno unas cinco. El asunto es que estoy cansada de muchas cosas, pero sobre todo de estar sola. Estar sola en sentido figurado, en sentido intelectual, en el sentido más hondo de la frase. Alguna vez tuve personas en mi vida que consideraba compañía. Ya no están, las perdí, se fueron, no lo se.

Cuántas veces me he quedado esperando algo o a alguien, con el celular con línea abierta o el teléfono generoso de la oficina a disposición, y no he podido hacer ninguna llamada. No tener a nadie a quien llamar solo por llamar, por conversar, por intercambiar palabras y algunos comentarios graciosos. No poder contar con nadie cuando se quiere ir al cinematógrafo o a tomar un café y conversar. Aceptar que si no hay trago tu capacidad de convocatoria se reduce.

Estar sola y saberse sola. Pensar que las personas a las que puedes llamar se van a cansar de escucharte porque siempre cuentas lo mismo. Tener la certeza de que no van a ser capaces de cambiar el tema y hacer que te intereses en otra cosa que en tu súper tragedia personal. O lo peor de todo: tener roche. Si sientes roche de llamar y pedir auxilio es que estás completamente solo. Estoy completamente sola.

Las buenas conversaciones que he tenido últimamente han sido con amigos prestados. Amigos de otras personas con los que he coincidido y he logrado elaborar una charla amena y constructiva. Pero los amigos prestados difícilmente pueden volverse nuestros amigos. Generalmente son amigos del enamorado y cuando peleas con él o terminas, olvídate de ellos. Ni tendrás cara para llamarlos ni ellos querrán contestarte.

Los amigos prestados son una ilusión óptica. Te dan la misma sensación que estacionarle el carro a tu amigo. Unos minutos de satisfacción con algo que no es tuyo. Al final sigues solo. O yo sigo sola porque le escribo a lectores imaginarios. Estoy sola porque no me dedico a lo que creo que me apasiona. Estoy sola porque mi Flaca está en París. Porque mi horario de chamba me obliga a estarlo. Porque mi otra Flaca trabaja y tiene novio. Porque a él ya no se si puedo hablarle.

Y me hacen falta las chicas que tomaron todos los tragos de una mesa y los guardaron en una botella que aun tengo. El Ratón cuando era mi amigo y podíamos conversar toda la madrugada escuchando música en su carro. Y echo de menos también a esas personas a las que no les di mucho espacio, a los que no llegué a conocer, a los que perdí sin darme cuenta en el camino.

Se que es injusto decir lo que digo. Se que hay muchas otras personas a las que suelo recurrir, que han estado ahí o están. Pero en este momento, en esta oficina y frente a esta computadora, me siento horrible y existencialmente sola. Me ha regresado esa sensación que me atacaba en tercero de secundaria, la enfermedad del adolescente, el “Nadie me entiende”.

Hoy solo quiero salir del trabajo, recibir una llamada y una invitación a tomar un café o comer algo. Quiero conversar sobre alguna película, sobre un libro, sobre una pelea familiar. Quiero sentirme bien de ser yo y repetir mis mismos comentarios y anécdotas del cole. Hoy no quiero ver tele. Quiero, hoy más que nunca, compartir un cd con alguien y comentar una canción, por más tonta que sea.

Tener novio, enamorado o esposo no quita este tipo de soledad. Tener alguien que te espere a la salida del trabajo solo quita la soledad físicamente. Uno puede estar muy solo en pareja. Son etapas, evidentemente. Momentos en los que las conversaciones muy profundas no vienen al caso o pueden cansar. El novio es amigo, o al menos debería serlo. Pero es amigo y parte. No puedes hablar con él sobre él y muchas veces tampoco sobre las cosas de pareja. Muchas veces no puedes hablar de algunos otros temas. Lo mismo pasa con la familia o al menos con la mía. Por más confianza que se tenga papá o mamá hay temas que no vienen al caso cuando conversamos con ellos.

La institución del amigo es por eso demandante y demandada. Es jodido ser un buen amigo, cuesta tiempo y paciencia. Es más jodido aun encontrar amigos, poner confianza en ellos, crear recuerdos y anécdotas. Es jodido saber que dependemos de la gente, en última instancia. La soledad es confortable, relajante, gratificante. La soledad es también, fría, silenciosa y amenazante.

Las personas somos difíciles y no siempre vamos hacia lo que queremos. Siento que no hago ningún esfuerzo por dejar de estar sola. No he pedido auxilio, no he llamado a mis incondicionales. No he querido más que escribir esto. Escribir en diez minutos una página, mordiéndome la boca para no hacer roche ni meterme mi lagrimón.

enero 15, 2008

Sola Mente Cine



Ayer debe haber sido la quinta o sexta vez que digo que voy a ir al cine con alguien y voy sola. Algunas veces no lo he hecho adrede. Simplemente he tenido ganas de ir al cine, he considerado pasarle la voz a alguien y al final no he logrado hacer coincidir los horarios o los gustos. Es difícil coincidir en horarios cuando sales de trabajar a las diez de la noche. En cuanto a los gustos, hay días en los que puedo ser muy complaciente y ver cualquier película solo por el hecho de ir al cine. Ir al cine, sentarme frente a una pantalla grandota, sentirme chiquita y deslumbrada. Tener mi canchita gigante que sé que puedo rellenar si me da la glotonería. Me encanta esa sensación de saber que por dos horas puedo apagar mi celular sin remordimientos y no preocuparme de nada más que de los que les pase a los personajes de la película. El placer de ir al cine está entre mis necesidades primarias.

Pero el punto era otro. El punto era que ya van unas cinco o seis veces que voy al cine sola diciendo que voy a ir con alguien. No se si es roche de que la gente sepa que no tengo con quien ir. No se si pretendo hacerme la interesante. Ayer fui sola al cine. Salí del trabajo a las diez y tomé un taxi. Para colmo fui al cine que está a dos cuadras de su casa. Él estaba ahí con un amigo, aprovechando las vacaciones para tomar un lunes. Me sentí un poco ridícula diciéndole que me iba con una amiga del cole, que estaba coordinando la hora, que le avisaba más tarde. Lo único que estaba coordinando era mi fuga rápida del trabajo para llegar a la función de las 10:10.

Cuando llegué al cine la película que quería ver ya había empezado. Además, pensé que ya que era la única aparentemente buena de la cartelera la podría dejar para verla con él. Así que me puse a ver el resto de la cartelera. Deseché la mayoría de películas que quedaban porque eran de terror. Soy altamente miedosa, propensa a caer en todos los trucos cinematográficos utilizados para asustar. Lo peor es que me gusta. Solía ver en el cine todas las películas japonesas que tuvieran en su trama espíritus rencorosos o casas embrujadas. Pero acompañada. Nunca se me ocurriría ir a ver una película de terror sola. Así que solo me quedaron una película de un tesoro escondido y una de título enigmático, 1408.

Miré rápido los afiches y no aparecía. No recordaba haber visto ningún trailer ni publicidad televisiva. Decidí que iría a ver 1408. Podría ser una película de época o de romance. Lo malo es que cuando faltaba poquito para llegar a la ventanilla me puse a pensar seriamente si el nombre de la película era catorce cero ocho o mil cuatrocientos ocho. Era importante saber porque de eso dependería lo que le diría a la cajera cuando comprara mi entrada. En los veinte segundos que pasaron entre mi pensamiento y mi llegada a la ventanilla no pude descifrarlo. La escena fue la siguiente:

Yo: Una entrada por favor - Deslicé mi ticket de entrada por tres soles que gané con mi super tarjeta Premiun.
Cajera: ¿Para qué película?
Yo: Mil cuatrocientos ocho.
Cajera: Risas - Le comenta a su compañera – Me dijo mil cuatrocientos ocho y yo lo estaba escribiendo en la computadora, pero se refería a la película.

Evidentemente no me dio risa. Me sentí tonta. Pagué de mala gana, puse cara de palo y entré al cine. Paré a comprar mis implementos cinéfilos. Canchita gigante y gaseosa pequeña. Me sentí contenta de nuevo, caminando hacia la sala aunque fuera a ver una película que no sabía de qué se trataba. El siguiente momento vergonzoso estaba a la vista. Cómo tenía las manos ocupadas no saqué el ticket de la entrada y apelé a mi memoria. Es en la sala dos. Abrí la puerta con dificultad y entré a la sala ya oscura. No sabía de qué se trataba mi película pero estaba segura de que no era en español. Salí caminando lentamente. Creo que me puse roja. Tuve que apoyar mi super canchita en el piso para poder sacar la entrada. Sala cuatro. Por fin me senté en esa maravillosa butaca y empecé a comer mi canchita colmada de sal amarilla.

El primer personaje que apareció fue John Cusak. En ese momento entendí que era una película light, de esas comedias semi románticas o de situaciones de parejas. Del tipo de historia en la que al final los protagonistas se quedan juntos y sales con una sonrisa medio monga en la cara. Me acurruqué en mi asiento. A los pocos minutos la historia empezó a complicarse porque el personaje de Cusak resultó ser un escritor dedicado a las historias de terror. Empecé a repetirme que John Cusak no puede dar miedo. Tal vez era una parodia de las películas de terror. No lo era. Era una película de un suspenso terrorífico. No puedo decir que era buena. Solo diré que me asusté. Me tapé la cara un par de veces. Boté un poco de canchita. Miré con envidia a la chica que abrazaba a su enamorado en las escenas más fuertes. Insisto en que no puedo hacer una crítica de la película porque estuve muy tensa para apreciar el guión o la fotografía. Supongo que ése era el objetivo.

Creo que será la última vez que vaya al cine sin saber qué voy a ver. Especialmente cuando voy sola. También espero que sea la última vez que miento sobre eso. Me gusta ir sola al cine. Pero no me gusta salir asustada de una sala oscura a tomar un taxo igual de oscuro y llegar solita a mi casa.
P.D: Él me invitó al cine hoy. Vimos La Lista Negra. Los dos coincidimos en que era buena pero no nos apasionó. Caminamos hablando de la película hasta la avenida a tomar el taxi e ir a casa. Me encanta el cine.

enero 14, 2008

Corte del lazo

Catorce de enero. Creé este blog. Me peleé con las plantillas. No amo el rosado, solo no se cómo cuernos cambiarlo. Cada vez que trato de entrar me dicen que mi usuario no existe. Mi blog tiene veinte minutos de nacido y ya pienso en abortarlo. Me llamas. Te pregunto si sabes algo de blogs. Tú sabes mucho de cosas de computadoras, yo soy analfabeta funcional en la era electrónica. Me ofreces un fin de semana en tu isla. Con la compu y el internet para implementar mi blog y que tu puedas jugar Fifa. Renuevo mi ilusión en este blog. Quiero que me lean. No me da vergüenza decirlo. También sería paja tener comentarios.
Desde la oficina, hambrienta y cansada, declaro inaugurado mi blog.