marzo 14, 2008

HAZME UN LUGAR EN TU ALMOHADA



Yo tuve un sueño, pero no se parecía necesariamente al de Martin Luther King Jr. Tuve ese sueño ayer por la noche. Estaba en una cama tratando de dormir, evidentemente no era en mi casa porque recuerdo que me escondía entre las sábanas para que unas señoras que vendían joyas no me vieran. Se escondía conmigo M.A, el ex enamorado que mi familia nunca aceptó.

Antes de llegar ahí había estado en una especie de club campestre leyendo bajo un árbol, misma Alicia en El país de las maravillas. Un chico, yo sabía que era europeo porque en los sueños uno a veces puede ser omnisciente, se acercó con una canasta. Me asomé para ver que había dentro y me encontré cara a cara con dos perritos.
Un detalle que me llamó la atención fue que los perritos parecían animaciones en 3D; movían sus colitas a velocidades imposibles y babeaban en colores pastel. Eran realmente unos tiernos animalitos y parecían tener hambre. En ese momento noté que solo tenía a mano un poco de miga de pan.

El chico europeo me advirtió que no les diera de comer – ahora que recuerdo me parece que llegó con una niñita también – en todo caso, ambos me lo dijeron. Pero como suele pasarme en la vida real, me ganó la penita del momento y les di las migas de pan. La escena siguiente se está repitiendo en mi mente y me da vueltas como aspas de ventilador.

Los perritos se ahogaban mientras yo trataba de sacarles las migas de pan de la traquea con mis manos; los perritos eran muy pequeños y mis manos les hacían daño. Logré obligarlos a vomitar un poco pero en ese momento no recordaba cómo se hace la resucitación. Improvisé darles masajes en el corazón y soplarles en sus hocicos. Nada sirvió y tuve que ver a los dos perritos morir entre mis gigantes manos.

El sueño se interrumpió como en una edición por corte. En la siguiente escena ya estaba escondida bajo las sábanas de una cama extraña con M.A. Al parecer una de las señoras que vendía joyas era su mamá (a la que he visto muy pocas veces en mi vida como para recrear su rostro). El sueño estaba cargado de tristeza, yo abrazaba a M.A como tratando de sacarme de encima la horrible imagen de los perros muertos. Me sentía cargada de una tristeza que me cubría como brea caliente.

Me desperté con el desconcierto que muchas veces me ataca en las mañanas, la duda de siempre: ¿estoy dormida o despierta? Los sueños que te dejan en ese limbo de la realidad son angustiantes. Cuando lo que pasó fue lindo, entonces te decepciona saber que fue un sueño. Si lo que pasó fue horrible, la tristeza puede teñir una mañana cualquiera de gris. En mi caso, puedo pasarme todo un día perseguida por la sensación que me ha dejado un sueño. Puedo recordar de pronto mientras duermo a alguien a quien no veo y de quien no tengo noticias y pasarme el día con la nostalgia de esa persona en la que no pienso normalmente.

Mis sueños suelen estar relacionados a personas que conozco. Tengo un grupo de sueños recurrentes con mi colegio, por ejemplo. En muchos de ellos el protagonista es TP, mi querido infiltrado del periodismo y primer amor. Con TP he dormido en la puerta del colegio, he escapado hacia el legendario sótano del CIFO, huyendo de militares que nos disparan a matar. En esas aventuras oníricas TP y yo somos, a veces, niños otra vez. Los sueños del colegio son casi siempre dulces y nostálgicos, cargados de buena vibra.

M, mi enamorado más importante de la época escolar, con el que duré casi dos años, también anda bastante presente en mi actividad cerebral nocturna. En algunas temporadas de mi vida he llegado a soñar con él varias veces a la semana. M y yo hemos sido muy felices en el mundo de Morfeo. Hemos perdonado viejos rencores y saldado cuentas con besos prometedores. Aunque la mayoría de sueños que he tenido con M han estado basados en historias felices, siempre me he despertado con la sensación de frustración; no porque quiera volver con M o anhele un futuro para el nosotros que murió ya hace más de seis años, sino porque me duele que esa herida aun no esté cerrada, me jode no poder tenernos un cariño sano y un contacto esporádico pero significativo. En fin los sueños con M siempre me persiguen y presiento que lo seguirán haciendo.

Otro tema que me acosa es el embarazo. Me sueño embarazada, sueño a mis amigas embarazadas, sueño que ayudo a embarazadas y me regalan a sus bebés. No tengo ningún tipo de obsesión por tener hijos, sin embargo, he cargado la panza incontables veces. En este tipo de sueño, casi siempre está mi mamá – supongo que es porque ella siempre me bromea con los nietos – y casi nunca está Él. Casi siempre Él es el papá de mi futuro hijo pero no aparece en el momento de ir a la clínica.

Empiezo a considerar que tengo una excesiva actividad onírica. Me pregunto si es algún tipo de trastorno del sueño. La mayoría de personas a las que les pregunto por sus sueños no los recuerdan o son temas simples como que estaban corriendo, comiendo, bañándose en el mar. Mis sueños tienen casi siempre una trama complicada que entremezcla a personajes inconexos en la vida real. Mis sueños me obligan a despertar cargada de emociones, se empecinan en hacerme pensar y a veces traen consigo nostalgias olvidadas.

Hoy es el Día Mundial del Sueño. Me parece que es un buen día para escribir sobre mis obsesiones oníricas. A pesar de que no soy una persona soñadora, sueño mucho. Se que entienden a lo que me refiero. Mi mundo nocturno está plagado de elementos que son solo míos, de personas que conozco pero que adapto a los libretos que mi caprichosa psique inventa.

Nunca he creído que se puedan interpretar los sueños con un diccionario que devele elemento por elemento un significado oculto. Prefiero pensar que cuando duermo se despierta todo un universo en el que yo puedo ser ama y señora. Prefiero disfrutar de mis sueños y pesadillas como si fueran una segunda oportunidad de vivir lo que el tiempo real no me permite vivir.