noviembre 12, 2009

Tengo un problema

Soy distraída y atolondrada. He llegado a un punto de mi vida en el que, después de 23 celulares perdidos, aceptar esta característica de mi personalidad se ha vuelto un imperativo.

Para sustentar el enunciado anterior haré un breve repaso de eventos al azar que recuerdo en este momento.

Prueba 1
Una vez cuando trabajaba en Correo me subí a un taxi pensando que era una móvil. Tuve que pagarlo. En mi defensa debo decir que yo le pregunté al buen hombre si era la móvil 12 y me dijo "Si señorita, suba, ¿a dónde va?". Todo iba bien hasta que me llamaron de la central a preguntarme "¿Con qué móvil te has ido?" y yo respondí muy segura de mí misma: "Con la 12, pues". "Pregúntale al señor cómo se llama por favor". El señor respondió amablemente, el señor taxista obviamente, porque el señor de la central me quería matar y me pidió que me quede al teléfono por si acaso. Me acuerdo que el taxista se llamaba Robert Serrano, ¿cómo se llamaría el chófer que en realidad me debía llevar?.

Prueba 2
En esa misma época, un día soleado, durante una mañana tranquila, se me cayó un zapato por la ventana. Era una balerina negra con blanco a la que le había agarrado camote y que usaba casi todos los días para trabajar. La esbelta señorita negra con blanco estaba descansando en mi ventana, ventilándose digamos - soy un poco obsesiva compulsiva de los olores - cuando de pronto, tropecé con el cable de la tele y la envíe en un viaje de cinco pisos hacia el techo de mi vecino. La fiel balerina volvió a mí. Previa vergonzosa explicación al mencionado vecino.

Prueba 3
Practico, todas las semanas al menos un día, el deporte extenuante y peligroso de dejar mi llave colgando de la cerradura de afuera de la puerta de mi depa. Soy tan buena en este deporte que no necesito tener las manos ocupadas con varias bolsas y paquetes y mucho menos estar absolutamente borracha. Lo hago así sin más herramientas que mi maravilloso despiste absoluto. Mi vecino es testigo y participa del deporte. Toca mi timbre a diversas horas, con cara de vergüenza ajena incluida, para decirme "Este...tu llave".

Prueba 4
Alguna vez manejé un viejo Mazda 323 guinda. Era muy feliz con mi carcacha recorriendo las calles de Lima. Iba a la universidad, a comprar comida chatarra pasando por el Drive Thru, un sueño hecho realidad. Y bueno como es natural, dejé las llaves dentro de ese carro al menos tres veces. La primera fue la peor porque también dejé dentro mi celular y mi billetera. Estaba en un grifo en Surquillo. El cajero me prestó un sol para llamar a mi papá. Las otras dos veces ya fueron rutinarias. Mi papá, que es de otra especie y sabe solucionar todos los problemas y, además, prevenirlos, sacó copia de las llaves y las guardó en su cuarto.
También merece una mención el día en que por primera vez le puso gasolina al auto. Llegamos al grifo, llevaba a algunos amigos a bordo, y sonriente le dije al chico que atendía: "Veinte soles de 90" (no piensen que soy tacaña es que carro viejo con gasolina nueva no pega). El chico me dijo "Ok". Creo que esperaba algo pero yo no me di por enterada en ese momento. Lo veía batallar con la tapita del tanque de gasolina pero asumí que era su chamba. Al minuto me dice: "Creo que no es manual". Seguí sin entender. Bueno me explicaron que había una palanquita en alguna parte cerca de mi asiento que abría era puertita. Primera noticia. La búsqueda resultó tan infructuosa que tuve que bajarme del auto para que el muchacho la encontrara. En mi defensa debo decir que mis amigos tampoco la veían.

Prueba 5
Tengo un exquisito sentido de la moda. Soy de esas mujeres que siempre marcan tendencias y revolucionan los conceptos anticuados. Por eso, constantemente uso la ropa al revés, medias de distintos colores, polos agujereados y zapatillas sin pasadores. También he propuesto que salir a la calle con zapatos de levantar puede ser fashion. Aunque la vez que lo hice me di cuenta en el paradero porque los micros no paraban. Tal vez la pacata sociedad limeña no está lista para mi vanguardia. Otro de mis aportes es la utilización de los aretes como un elemento de protesta. Usar un sólo arete no es síntoma de mi despiste ni de que salgo corriendo siempre de mi casa aunque no esté apurada, es una forma de protestar en contra del sistema. He dicho.

Prueba 6
Creo que no sólo soy despistada y atolondrada. También soy un poco piña (si alguien me explica el porqué de la jerga "piña" como sinónimo de mala suerte le doy un premio). Un día, una soleada mañana, durante un apacible verano del año 2006, salí vehementemente (harta ... mente)de mi casa para recibir unos cassettes que me tenía que dejar mi jefa de entonces. Dado que era un domingo, estaba yo, como dictan las normas del buen vivir, absolutamente empijamada. Corrí, sin zapatos, hacia su auto. La puerta de mi casa quedó abierta generosamente de par en par. Conversé, lo juro, tres minutos. Cuando de pronto "Cataplúmpronpóm". Puerta cerrada por el aire, señoras y señores. Mi jefa preguntó inocente: "¿Hay alguien en casa?". Pues no. No hay nadie en casa, no tengo la llave, ni mi celular, ni dinero, ni zapatos. Ella estaba retrasada para un almuerzo familiar así que me dejó el celular corporativo y partió. Esperé sentada en el umbral de la puerta casi dos horas a que llegaran a abrirme. La patrulla de Serenazgo pasó varias veces por mi cuadra. Deben haber anunciado: "Los cipreses en San Isidro: Otra niña engreída fue expulsada de casa por sus padres. Malogra el paisaje del distrito sentada en harapos y descalza en su puerta".

Pruebas varias
Cuando era chica pensaba que Paul Anka se llamaba Polanka y que en su honor bautizaron a la jamonada. Continuamente mando mensajes de texto en blanco, mails a medias o sin adjuntos. Sigo diciéndole John al portero del edificio que se llama Erick. Compro arúgula convencida de que es espinaca (esto fue bueno: la arúgula es aún más rica). Ayer tuve una recaída en el rubro de compras: compré camotes pensando que eran papas andinas (no venden papas andinas en los supermercados porsiaca).
El otro día estaba cocinando donde mi mamá y escuché algo interesante en la tele. Cuando regresé la espátula que había dejado apoyada en la sartén se había vuelto parte de ella. Tuve que botar las dos cosas (creo que eran de mala calidad en realidad).

Creo que algunas de las pruebas son de falta de memoria, de torpeza o de mala suerte. Sin embargo, si a ustedes también les pasan estas cosas !apóyenme pues varones, dama, damita, niño, niñita!

Creo que en lugar de querer ser periodista debería componer música para camaleones...ahí va!

noviembre 06, 2009

Me hiciste creer

Tú me hiciste creer muchas cosas malas. Me hiciste creer que siempre que voltera los ojos estarías ahí. En tu carro persiguiendo un micro por la Javier Prado. Encontrándome a mitad de camino, para rescatarme de un mortal dolor de cabeza. Creer que siempre escribiríamos a cuatro manos. Al punto de que mis manos se sienten huérfanas de ser solamente dos. Creer que era normal salir un lunes a las 3 de la madrugada solamente porque no podía dormir o pensaba que mis demonios no nos podría seguir si íbamos volando en el auto, escuchando música a todo volúmen. Siempre MI música. Y que podía ser siempre tú "Chica de humo", tú "Princesa de la boca de fresa", tú "Caramelo". Todas y ninguna. Tuya y lejana. Sin que eso debilite nunca tu amor.

Me hiciste creer que la gente baila en las salas y las cocinas de las casas, a solas, acompañados por un buen cd. Porque "verme bailar es un placer", porque "verte feliz me hace feliz" y porque el amor es dar todo lo que puedas al otro sin que te lo pida. Porque vale la pena. Vale la pena estar ahí en las malas porque las buenas son imposibles de narrar. Tú cambiando una llanta y un beso inesperadamente feliz. Tú en la puerta con girasoles gigantes. Un beso desesperado mientras te canto al oído.

Tú me hiciste creer que estaba bien cantar a voz en cuello delante de la gente. Dedicarnos canciones y que nos aplaudan mientras otro beso imprudente nos unía más. Me hiciste creer que podía ser la más hermosa mujer en pijama que nadie hubiera visto. Me hiciste creer que era necesario y urgente correr a rescatarme de cada tristeza, de cada desaliento, de cada derrota.

Hoy estás a medio continente y un océano de distancia. Hoy no creo en nada de lo que creí cuando estabas tú. Hoy te veo en toda tu dimensión. Y extraño creer que seríamos como los de las canciones, como los de las películas. Hoy quisiera haberte dado más besos locos e inesperados. Menos días grises, menos angustias. Quisiera creer que SIEMPRE ES HOY y que estás aquí. Como tantas veces. Creer que estás a una llamada, a un mensaje, a una sonrisa de distancia. Pero no estás. Y ¿sabes qué? Resulta que estoy sola. Estoy muy sola sin ti. Resulta que hoy quiero ser la chica divertida y feliz que siempre quisiste ver en mi. Pero estoy sola. Y no hay girasoles que me hagan sonreir.

Pero me quedan las cosas que me regalaste. Me regalaste a Jorge Drexler, cuando no era el más popular de los menos populares cantautores en Lima. Me regalaste a Rubén Blades, Juan Luis Guerra y Robi Draco, en vivo y en directo en tu sala. Los primeros cds con canciones bajadas de Internet también me los regalaste tú. Me diste unos aretes de lapizlázuli y un cofre de piedra gris. Me transportaste a mi pasado en un concierto inolvidable de Pandora. Me regalaste mi libertad al dejarme ser yo, sin máscaras, sin mentiras ni rodeos. Me regalaste el privilegio de ser amada simplemente por lo que soy. Y entre otras miles de cosas: Me hiciste creer que todo lo que vivimos era posible.