abril 15, 2008

SEÑALES DE HUMO

Me ha comido una vez más el silencio. He dejado en blanco muchos días este blog y me he divorciado de mis ideas para escribir. No tener computadora en mi mini casa ha sido una buena excusa. Mis arranques nocturnos de rabia escritora no han encontrado vehículo. O me he quedado pasmada tras mi renuncia al ministerio y mi regreso a la universidad. No lo sé. No se casi nada en los últimos días.

Renunciar a un lugar que más que un trabajo se había convertido en una cárcel no debería ser una experiencia traumática. Pero ponerte frente al desempleo una vez más, por decisión propia, siempre asusta. Buscar lo que quieres, seguir tu vocación, le dicen, es un proceso un poco autodestructivo. Avanzas y retrocedes, rechazas propuesta, cierras y abres puertas a velocidades de superhéroe. Pero te sientes chiquito, como el Ratón Pérez, que dicho sea de paso no estoy muy segura si es pariente de Speedy Gonzáles o son el mismo personaje. (Se agradecen aclaraciones)

Salir del ministerio fue sano pero peligroso, estoy de nuevo en la acera mirando los carros pasar y no logro subirme a ninguno. Estoy también en la universidad, con la consigna de acabar lo más pronto posible. Pero también con la idea de sacar provecho de los proyectos que me obligan a emprender. Escribir un libro, hacer una tesis, iniciar una campaña en los medios en contra del alcoholismo. Ya que tengo las balas debería empezar a disparar. Quizás logré cambiar la idea generalizada de que la universidad no sirve para nada.

O quizás me siga muriendo de miedo, en el silencio sin computadora ni Internet de mi casa. Sin escribir páginas del libro sobre César Hildebrandt que tanto entusiasma a mi profesor. Sin investigar sobre el control de los medios para mi tesis. Sin buscar elementos para denunciar a las empresas que llenan de alcohol la sierra del país, vendiendo productos no aptos para el consumo humano. Tal vez siga viendo, un día si y un día no, el juicio de Fujimori y leyendo libros sobre los crímenes de la Cantuta, como si en eso se me fuera la vida. Teniendo pesadillas con las cosas pendientes y los logros que no llegan. También soñando con los nueve estudiantes y el profesor que no sé qué vela cargan en mi entierro.

En estos días de borrascosa tranquilidad he querido escribir este post, aunque me empiezo a arrepentir por la incoherencia de mis frases. No veo un tema claro, no entiendo muy bien que he querido decirles. Tal vez solo he querido mandar mis señales de humo. Tal vez transportarme en estas letras me haga más sólida y real. ¿Será que siempre escribo para entenderme mejor?