noviembre 06, 2009

Me hiciste creer

Tú me hiciste creer muchas cosas malas. Me hiciste creer que siempre que voltera los ojos estarías ahí. En tu carro persiguiendo un micro por la Javier Prado. Encontrándome a mitad de camino, para rescatarme de un mortal dolor de cabeza. Creer que siempre escribiríamos a cuatro manos. Al punto de que mis manos se sienten huérfanas de ser solamente dos. Creer que era normal salir un lunes a las 3 de la madrugada solamente porque no podía dormir o pensaba que mis demonios no nos podría seguir si íbamos volando en el auto, escuchando música a todo volúmen. Siempre MI música. Y que podía ser siempre tú "Chica de humo", tú "Princesa de la boca de fresa", tú "Caramelo". Todas y ninguna. Tuya y lejana. Sin que eso debilite nunca tu amor.

Me hiciste creer que la gente baila en las salas y las cocinas de las casas, a solas, acompañados por un buen cd. Porque "verme bailar es un placer", porque "verte feliz me hace feliz" y porque el amor es dar todo lo que puedas al otro sin que te lo pida. Porque vale la pena. Vale la pena estar ahí en las malas porque las buenas son imposibles de narrar. Tú cambiando una llanta y un beso inesperadamente feliz. Tú en la puerta con girasoles gigantes. Un beso desesperado mientras te canto al oído.

Tú me hiciste creer que estaba bien cantar a voz en cuello delante de la gente. Dedicarnos canciones y que nos aplaudan mientras otro beso imprudente nos unía más. Me hiciste creer que podía ser la más hermosa mujer en pijama que nadie hubiera visto. Me hiciste creer que era necesario y urgente correr a rescatarme de cada tristeza, de cada desaliento, de cada derrota.

Hoy estás a medio continente y un océano de distancia. Hoy no creo en nada de lo que creí cuando estabas tú. Hoy te veo en toda tu dimensión. Y extraño creer que seríamos como los de las canciones, como los de las películas. Hoy quisiera haberte dado más besos locos e inesperados. Menos días grises, menos angustias. Quisiera creer que SIEMPRE ES HOY y que estás aquí. Como tantas veces. Creer que estás a una llamada, a un mensaje, a una sonrisa de distancia. Pero no estás. Y ¿sabes qué? Resulta que estoy sola. Estoy muy sola sin ti. Resulta que hoy quiero ser la chica divertida y feliz que siempre quisiste ver en mi. Pero estoy sola. Y no hay girasoles que me hagan sonreir.

Pero me quedan las cosas que me regalaste. Me regalaste a Jorge Drexler, cuando no era el más popular de los menos populares cantautores en Lima. Me regalaste a Rubén Blades, Juan Luis Guerra y Robi Draco, en vivo y en directo en tu sala. Los primeros cds con canciones bajadas de Internet también me los regalaste tú. Me diste unos aretes de lapizlázuli y un cofre de piedra gris. Me transportaste a mi pasado en un concierto inolvidable de Pandora. Me regalaste mi libertad al dejarme ser yo, sin máscaras, sin mentiras ni rodeos. Me regalaste el privilegio de ser amada simplemente por lo que soy. Y entre otras miles de cosas: Me hiciste creer que todo lo que vivimos era posible.

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